Prohibido dudar es, además de indefendible ataque y, por ello indefendible obstáculo a la inteligencia y al humanismo, el título del último libro de Pascual Serrano. Es éste uno de los periodistas más prestigiados en España y en el exterior. Especializado en el estudio del uso y, en su caso abuso, que de esa hermosa tarea hacen sus colegas v. sobre todo, quienes pueden deteriorar su leal difusión de noticias, es también escritor y cronista fiable de tal empeño. En su labor de plumilla ha destacado como fundador y director de la revista digital “Rebelión” y director editorial de “Telesur”. De sus libros, además de “Prohibido dudar. Las diez semanas en que Ucrania cambió el mundo”, Akal 2.022, yo también había leído entre otros, “Desinformación” y “Traficantes de información”. Por estos antecedentes y, sobre todo, a favor de la luminosa e inteligente duda, he vuelto a recalar en tan preocupante asunto. Ahora recuerdo con más dolor si cabe, que cuando el 4 de marzo de este año salía en estas páginas “En defensa de la primera víctima en Ucranía”. Me refería a la verdad, esa verdad tantas veces repetida, duele mucho. Hoy no tengo claro si el dolor no es mayor por el grado de salvaje estupidez a la que han llegado determinadas, llamémoslas así también, personas. Decía Gracián: “El hombre es lobo para el hombre, si no es peor ser hombre”. Y qué se puede decir ese ser adulto que desde la confortable paz de una ciudad española cizaña para que en una escuela sientan un profundo terror criaturas nacidas en su misma ciudad y lejos de una tierra de la que sus padres tuvieron que salir huyendo, vaya usted a averiguar por qué causa. De todos los males que cuenta Serrano en ese libro, y cuanta muchos, ése es el que más me han conmovido. Qué paz y que mundo podemos esperar a partir de tal capacidad de deshumanizar.
Me cuesta seguir detallando las una y mil referencias en las que el autor ha ido recogiendo para que reparemos en lo que está ocurriendo con cualquiera de nuestro entorno. Es qué no somos capaces de reparar en que ruso, japonesa, marroquí, mexicana o lo que quiera que sea ese niño, esa mujer, ese anciano, esa joven, sigue siendo una persona, y quizá hasta con nuestros mismos problemas. Tanto nos cuesta pararnos un poco y ponernos en su lugar. Sí, sabemos que en nuestro entorno crecen las fábricas de odio, que todo se compra y todo se vende. Sí, y que por eso cerramos nuestros ojos y nos hacemos rebeldes sin causa alguna, o quizá hasta radicalmente distinta a la que nos ha movido. Por eso, y si ya nos hemos dado de que el que se cabrea y tira la garrota, a lo mejor, ésta todavía nos sirve para andar mejor. Nos damos cuenta que el malvado Putin está rodeado a cierta distancia de personas que ni comparten sus ideas y que si pudieran, empujarían para volver a la paz que nunca se debió romper. Yo no me resisto a creer que en esa ONU que tan callada ha permanecido no haya habido personas de buena fe que han tentado a mediar para que el conflicto no haya llegado a mayores. Perdóname el desahogo y mi tentación de recordar a tanta víctima como en Palestina ha venido muriendo y no se ha hecho nada contra los asesinatos perpetrados por israelíes bajo el amparo del veto americano. No quiero envenenarme más por las experiencias previas en las que el poder se impone sin más al torpe pobre y desvalido.
Por eso, porque dudo de que no se hayan aprovechado ocasiones de uno y otro lado para acabar con las hostilidades. Porque no se puede seguir así, diciendo que los unos son buenísimos y los otros son malísimos. Eso nos es verdad en ningún caso. Que lea quien quiera el libro que presento. De la noche a la mañana se han convertido en virtuosas la autoridades polacas, cuando meses antes iban a ser reprobadas por la autoridades europeas. Está claro cuando desde esa nacionalidad, tratando de “cobrar” su ayuda a la causa ucrania, se levanta la voz pidiendo el olvido al olvido a los derechos humanos. Tengo mis dudas de que se llame desertor a un hombre hasta con 59 años porque no quiere participar en una guerra. Tengo muchas más dudas, bueno más que dudas certezas de que la OTAN y los EEUU tienen credenciales dudosas, para traer paz alguna.
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